Viajar tiene sus cosas. Las vacaciones suponen escapadas o recuperar tiempo con nuestros amigos y seres queridos. Este verano, me he escapado varias veces, unas pocas horas, para poder tratar y recuperar un poco las charlas diarias, en vivo y en directo.
Tras mi jornada habitual, cogí tren, metro y de nuevo tren, para encontrarme con mis amigos.
Cuando llegué a mi destino, pregunté en la estación, mi hospedaje estaba muy cerca, unos diez minutos andando, pero no me lo aconsejaban, era tarde.
Dejé la estación, y se estaba yendo el último taxi.
Quedaba una señora, con una maleta, como yo. Cuando llega un coche, a los pocos minutos, que mientras esperas se hacen eternos, me dijo, si quieres te acercamos ya es muy tarde y parece que ya no vienen taxis. Fueron muy amables, la verdad, mantuvimos una conversación en la que les dije que era mi primera vez en esa localidad a lo que añadieron que sí que era una zona muy bonita y que me iba a gustar. No les falta razón, la cuidad es preciosa.
El descanso fue fenomenal, los lugareños muy atentos con sus turistas y esta vez volví en taxi a la estación, y charlando, el taxista afirmó estaba casado con una paisana mía.
Nada como viajar y sentirse como en casa.
RMBM
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